MES DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

El modo de mandar en nuestra compañía: ¿Qué es lo que se debe mandar?

El oficio de superior, en todas sus determinaciones, tendrá siempre ante sus ojos los siguientes elementos formales:

a. Debe considerar su posición en el orden jerárquico y no invadir las tareas de otros. Ignacio le decía lo siguiente a un Provincial demasiado detallista, angustioso y absorbente como era el P. Diego Mirón:

    “Ni es oficio de prepósito provincial, ni general, tener cuenta tan en particular con los negocios; antes, cuando tuviese para ellos toda la habilidad posible, es mejor poner a otros en ellos, los cuales después podrás referir lo que han hecho al Provincial… y si es cosa que se puede remitir a otros, así el

    tratar como el resolver, será mucho mejor remitirse, máxime en negocios temporales y aun en muchos espirituales; y yo para mí este modo tengo, y experimento en él no solamente ayuda y alivio, pero aún más quietud y seguridad en mi ánima… Para la ejecución no os impliquéis, ni por vos os embaracéis en ellas; antes, como motor universal, rodead y moved los motores particulares, y así haréis más cosas y mejor hechas…”.

    b. Debe tener presente la importancia que el superior posea plenamente el espíritu de la Compañía. Debe buscar sinceramente dónde y como Dios se servirá mejor de tal sujeto como miembro de la Compañía. No serán ni razones económicas, ni materiales, ni de otra índole, las que prevalezcan. No se extiende el ejercicio de su autoridad más allá de los límites de su competencia. No le corresponde el juicio autoritativo sobre la perfección técnica de un determinado método. Por ejemplo: el superior no tiene autoridad para decir “Dios quiere sé que construya el colegio”, sino que solo puede decir “Dios quiere que nos esforcemos pro conseguir que se construya el colegio”.

    c. Debe proceder espiritualmente. Debe estar dotado de cualidades naturales y espirituales, las cuales están señaladas por Ignacio de las Constituciones, especialmente referidas al P. General, ordenadas ahí según su importancia. Debe estar suficientemente informado del asunto para el bien proceder, especialmente de las personas que están a su cargo, conociendo sus aptitudes, inclinaciones, gusto espiritual, razones que ellas tienen. Debe investigar el asunto en la presencia de Dios, con total libertad afectiva y abnegación del propio juicio que pueda haber ponderado ya la situación.

      “Apartadas todas mociones que a pasión alguna pueden mover, debe hacer recurso a su Creador y Señor representando los tales pareceres y deponiendo el suyo propio (si alguno tuviere) no buscado ni queriendo otra cosa que su mayor gloria y alabanza en todas las cosas y, según aquello, debe hacer confirme a su conciencia la determinación que en el Señor nuestro sintiere o le pareciere ser mejor, a mayor alabanza y gloria de la su divina Majestad. Affirmative”

      El superior confía que Dios le ayudará a realizar rectamente la función que Él mismo le ha confiado, de mandar lo que sea más conveniente. Esto ayuda al superior a emplearlas según la voluntad de Dios.

      A este respecto, Nadal decía:

      “Piense y espere en el Señor, que por el oficio que tiene se le dará gracia, si es que él se dispone con el auxilio divino, para cumplir su cargo a mayor gloria de Dios y edificación y fruto espiritual de todos. Esfuércese, con todo, para que halle a Dios en todo su ministerio y ponga cuidado en ejercitar su ánimo en el desempeño de su oficio con alguna meditación útil.”

      El superior no debe ejercitar su función con autosuficiencia, en el proceso de su determinación llegará finalmente a una seguridad serena, en la paz íntima del espíritu, “con suavidad grande, sin resabio, disgusto o ansiedades”.

      Un ejemplo del proceso espiritual de determinación que puede llegar a vivir el superior nos lo ofrece el modo de actuar de Ignacio con ocasión del probable cardenalato de Borja. El mismo propone toda su línea de conducta en este asunto en una carta al ex duque de Gandía de 5 de junio de 1552:

      “Cerca el capelo me pareció daros alguna razón de lo que por mí ha pasado, como a mi ánima misma, a mayor gloria divina y, es que, como yo fuese advertido por cosa cierta que el Emperador os había nombrado y el Papa era contento de haceros Cardenal, luego tuve este asenso o espíritu de estorbar en lo que pudiese. Con esto tamen no siendo cierto de la voluntad divina, por muchas razones que de una parte y de otra me venían, di orden en casa que todos los sacerdotes celebrasen y todos hiciesen oración por tres días, en este tiempo, sentía en mí que venían algunos ciertos temores, o no aquella libertad de espíritu para hablar y estorbar esta cosa de un decir: ¿qué sé yo lo que Dios nuestro Señor quiere hacer? No hallando entera seguridad en estorbarlo, en otro tiempo, sentía en mí que estos temores se partaban. En el tercero día, yo me hallé con un juicio tan pleno y con una voluntad tan suave y tan libre de estorbar, lo que en mí fuese delante del Papa y Cardenales, que, si no lo hiciera, yo tuviera y tengo para mí por cosa cierta, que a Dios nuestro Señor no daría buena cuenta de mí. Con todo esto yo he tenido y tengo que, poniéndose otros al contrario y dándoseos esta dignidad, que no habría contradicción alguna, pudiendo ser el mismo espíritu divino, moverme a mí esto por unas razones y a otros al contrario por otras. Haga Dios nuestro Señor en todo como sea siempre su mayor alabanza y gloria. Creo sería a propósito que sobre esta materia respondiésedes, declarando la intención y voluntad que Dios nuestro Señor os ha dado y os diere, para que en todas nuestras cosas cumpla su santísima voluntad.” 

      Síntesis por Diego Martínez, S. J. de la comunidad Jesuita de Monterrey.

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